Estimado amigo Gilberto:
Recientemente me enviaste unas líneas donde aparece una frase que nos habla del egoísmo y de cómo habríamos de preocuparnos por aquellos que viven cerca de nosotros, que luchan, en sus respectivos campos de actividad, hombro con hombro junto a nosotros, y que buscan construir una estructura social más justa y más humana. Es cierto lo que expresan dichas palabras, y me remiten, casi directamente hacia la observancia, conocimiento, respeto y divulgación de verdades universales con las que, tendríamos la obligación de vivir día con día, si, como decimos, es verdad que deseamos instaurar una era de paz, de armonía, de orden para poder construir el mundo que todos necesitamos.
Nos necesitamos unos a los otros, es absolutamente falso que los sistemas no necesiten de los hombres, es absolutamente falso que cualquier ser humano es prescindible, ninguno lo somos; cada ser humano fue provisto por la creación con un conjunto de talentos, habilidades, únicas en su manera de interpretarlas, de ponerlas al servicio de la comunidad.
El sistema materialista, de corte tecno centrista, donde todo ser humano se convierte o debe convertirse en combustible de la máquina tecnológica, provoca, en el mediano plazo un egoísmo agudizado difícil de detectar bajo la justificación de que cada persona debe sobrevivir sin la ayuda de los demás.
Se nos olvida, muy pronto, que verdaderamente necesitamos a los demás y los demás nos necesitan, pues de esta manera es como se forman las comunidades a las que pertenecemos, comunidades que son depósitos de las habilidades individuales que necesitamos para vivir bien. Necesitamos la habilidad y el trabajo rápido oportuno de los plomeros, el trabajo humano y comprensivo de los médicos, del trabajo de los profesores al servicios de nuestros hijos, como guías académicos y protectores de los jóvenes espíritus que vienen detrás de nosotros, necesitamos la verdad guardada celosamente por nuestros jueces, necesitamos el compromiso y honestidad de quienes recibieron nuestra confianza a través del voto, para gobernar y administrar con verdad y con justicia los dineros que gracias al esfuerzo de la comunidad llegan a sus manos.
La vida comunitaria es el territorio donde aprendemos las características y hábitos que nos construyen como buenos ciudadanos. Si relativizamos, si nos comparamos con otros pueblos y otras culturas, corremos el riesgo de perder nuestra propia identidad. ¿Cómo aprendemos algún arte, como el tocar algún instrumento musical? Perteneciendo a una comunidad de artistas, que nos pueden ayudar a mejorar, para que algún día nosotros ayudemos a otros. Siempre podemos iniciarnos en el auto aprendizaje, pero el arte de la interpretación de algún instrumento, únicamente lo lograremos en la comunidad de músicos, quienes en su propio estilo, nos ayudan a ver lo que, de la comunidad no podemos ver. Lo mismo sucede en la práctica del deporte; podemos tener habilidades para cierto deporte, pero, únicamente perteneciendo a alguna sociedad deportiva podemos mejorar, no solamente en su práctica, sino también en la comprensión de los demás deportistas que conviven con nosotros.
“Nunca podré ser lo mejor de mí mismo, encerrado en la cárcel de mi egoísmo, o en los miedos de enfrentar con valentía el riesgo de compartir mi vida y mis talentos con los demás, dentro de un ánimo donde no hay comparaciones odiosas, y juicios estúpidos”. De la misma manera, toda comunidad que deshecha a sus miembros por sus diferencias, se pierde la gran oportunidad de enriquecerlo y enriquecerse a través de la visión de la realidad que cada quien aporta y tiene.